Snapdragon AR1+ Gen 1 no es solo el nombre de un nuevo chip de Qualcomm para gafas inteligentes. Es también la expresión concreta de un cambio de paradigma que llevamos tiempo viendo y que, sin duda, lo cambia todo: la inteligencia artificial ya no necesita estar anclada a un centro de datos lejano. Poco a poco, comienza a habitar nuestros dispositivos personales. Y ahora, incluso, se asoma a nuestras gafas.
El anuncio tuvo lugar durante la Augmented World Expo 2025, donde Qualcomm presentó este nuevo procesador como el sucesor del Snapdragon AR1 Gen 1, el mismo que da vida a las Ray-Ban Meta. El nuevo AR1+ no es simplemente una versión más potente: es la pieza central de una visión donde las smartglasses dejan de ser una extensión visual del smartphone para convertirse en dispositivos autónomos, capaces de pensar por sí mismos. Su debut estuvo acompañado de una demostración sin precedentes: un asistente basado en IA generativa, alimentado por un modelo Llama de 1.000 millones de parámetros, ejecutándose por completo en las gafas, sin conectividad externa.
El mérito técnico no es menor. El Snapdragon AR1+ Gen 1 reduce en un 26 % el tamaño respecto a su antecesor, lo que ha permitido a los fabricantes reducir la altura de las patillas en un 20 % y avanzar hacia diseños más delgados, ligeros y discretos. Pero la miniaturización física viene acompañada de una mejora en la eficiencia energética: la reproducción por Bluetooth, el reconocimiento por voz o la visión por computadora consumen ahora menos batería, y pueden sostenerse durante más tiempo sin comprometer la autonomía.
Uno de los pilares de este avance es su renovada NPU, que posibilita ejecutar modelos de lenguaje directamente en el dispositivo. Hasta hace muy poco, hablar de IA generativa implicaba necesariamente invocar a la nube: grandes servidores, altas latencias y una dependencia constante de la conectividad. El Snapdragon AR1+ rompe con esa tradición. Durante la demostración, el chip procesó peticiones complejas en tiempo real, con latencia ultrabaja y sin requerir conexión a internet. La IA dejaba así de ser una función en remoto para convertirse en una presencia local, inmediata y silenciosa, alojada en el marco de unas gafas.
Este enfoque redefine no solo el dispositivo, sino la experiencia. Ziad Asghar, vicepresidente senior de XR en Qualcomm, lo ilustró con un ejemplo cotidiano: salir a hacer un recado sin necesidad del móvil, confiando en que las gafas sabrán encontrar la receta de unos fettuccine alfredo si se lo pedimos. La autonomía se combina con una experiencia centrada en la privacidad, capaz de comprender el entorno visual del usuario para ofrecer respuestas contextualizadas, sin filtrar datos a servidores externos. Lo que antes era imposible sin un teléfono ahora cabe en unas lentes discretas, y responde con inteligencia propia.
Qualcomm enmarca este chip dentro de un ecosistema modular: desde gafas completamente autónomas hasta modelos más ligeros que se conectan a otros dispositivos como smartphones, relojes o incluso anillos inteligentes. Las nuevas posibilidades de entrada —control gestual, seguimiento de movimiento, monitoreo de salud— refuerzan una idea: la computación espacial ya no es un concepto de laboratorio, sino un camino real hacia formas de interacción más naturales, proactivas y fluidas. El AR1+ se convierte en la plataforma desde la que desarrolladores pueden experimentar con Snapdragon Spaces y crear nuevas aplicaciones XR.
Observar esta evolución es como ver la inteligencia migrar desde los centros de datos hacia nuestros rostros, acortando la distancia entre el pensamiento humano y el procesamiento digital. Snapdragon AR1+ Gen 1 no es solo una pieza de silicio: es una señal clara de hacia dónde se dirige la informática personal. Las gafas dejan de ser periféricos pasivos para convertirse en nodos autónomos de computación. Y eso, más que un cambio de formato, anuncia una nueva era en la relación entre cuerpo, entorno y tecnología.
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